Ser un Hacker sin saber nada de programación ni de códigos fuente
Es probable que seas un hacker y aún no lo sepas. Sí. No necesitas
saber nada de programación ni de códigos fuente. No tiene nada que ver
con eso. Tampoco es un experto que se cuela indebidamente en un sistema
informático. Eso es un cracker.
El hacker es una persona que ama lo que
hace. Puede ser un programador o puede ser “un carpintero”. Lo dijo
Burell Smith, el creador del Macintosh, en el primer congreso de hackers
celebrado en San Francisco en 1984. “Se puede hacer casi de todo y ser
un hacker. No es preciso disponer de elevada tecnología. Tiene que ver
con la artesanía y con dar importancia a lo que uno hace”.
Lo cuenta Pekka Himanen en su libro La ética del hacker y el espíritu de la era de la información.
El filósofo finlandés explica que los hackers “se definen a sí mismos
como personas que se dedican a programar de manera apasionada y creen
que es un deber compartir la información y elaborar software gratuito”.
En el hacker “hay entusiasmo y disfrute por lo que hace”, especifica el experto en innovación Amalio Rey.
“Tiene vocación de compartir, deseo de hacer cosas valiosas, pasión por
los desafíos y necesidad de vivir todo esto desde una sensación de
autonomía. Lo que amalgama estos atributos es su insaciable sed de
aprendizaje. Es una actitud vital”.
Esta forma de ser originó lo que denominaron, y lo que Himanen
popularizó, como “ética hacker”. El término, acuñado en los años 80 por
el periodista Steven Levy, describe la actitud frente al trabajo que
surgió en el Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT a finales de
los 50 y entre los aficionados a la informática en los 60 y 70.
“La ética hacker es una nueva moral que desafía la ética protestante
del trabajo, tal como la expuso hace casi un siglo Max Weber en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
y que está fundada en la laboriosidad diligente, la aceptación de la
rutina, el valor del dinero y la preocupación por la cuenta de
resultados”, escribió en su obra el finlandés.
“Frente a la moral
presentada por Weber, la ética del trabajo para el hacker se funda en el
valor de la creatividad y consiste en combinar la pasión con la
libertad. El dinero deja de ser un valor en sí mismo y el beneficio se
cifra en metas como el valor social y el libre acceso, la transparencia y
la franqueza”.
“El hacker siente un enorme respeto por la autoridad ganada por
mérito y rechaza, al mismo tiempo, las fuentes de poder que provienen de
la coerción o el dedazo. No quiere que le den el pescado, sino saber
cómo pescarlo. De ahí que el código fuente de los programas tiene que
ser abierto. Eso es lo que da la oportunidad de mejorarlo”, dice Rey.
El mundo recordará siempre a estos informáticos y programadores por
el salto evolutivo que han organizado desde sus ordenadores. Pero quizá
nada de esto hubiese ocurrido si no hubiesen actuado bajo esta ética.
Tampoco hubiesen llegado tan lejos en tan poco tiempo sin esta pasión,
este énfasis en la colaboración y la decisión incuestionable de
compartir el conocimiento.
¡Disfruta!
De esta filosofía Amalio Rey
destaca el principio: ‘Disfruta de lo que haces’. “Debemos dedicarnos a
cosas que nos diviertan porque eso tiene un impacto impagable en la
calidad de la experiencia y en los resultados. ¿Hemos conseguido eso en
las empresas? En la inmensa mayoría no porque se crean con un mero
sentido utilitario.
La gente va a trabajar para cobrar un sueldo y cuenta los minutos
para salir corriendo porque los dueños les contratan solo para ganar
dinero. Así es difícil sentir ilusión por lo que haces. Está claro,
muchas empresas son contenedores insulsos y agobiantes, mientras que son
pocas las personas que sienten la sensación de estar participando en
algo grande, importante y bonito. Eso sí pasa en los proyectos de los
hackers”.
Libertad
El placer tiene sus reglas. A menudo “suele venir acompañado de una
sensación de autonomía y libertad”, según el fundador de eMOTools. Y
también tiene sus obstáculos: un espacio saturado de normas y rigidez.
“El espíritu hacker necesita un marco de trabajo donde sea posible
cuestionárselo todo, se prime lo atrevido frente a lo conservador y se
estimule el pensamiento divergente. No conozco ninguna experiencia
laboral placentera que haya florecido en un entorno en el que se
practique la obsesión por el control. Eso es fatigoso y corta las alas
que se necesitan para disfrutar del vuelo”.
“Los directivos deberían limitarse a definir las líneas maestras y la
estrategia, y que cada uno se posicione en lo que más disfruta, en lo
que se sienta capaz de hacer mejor. Si se definen bien ciertos límites,
si existe un marco ético y de prioridades, es mucho más fácil navegar en
la complejidad sin castigar la capacidad creativa”, especifica. “Así,
la gente sabe de antemano qué se espera de ella y puede ser flexible
dentro de ese framework sin temor a equivocarse”.
Rey enfatiza que “es bueno que las empresas intenten emular a las
personas, porque eso significa que se humanizan. Me gustan las
organizaciones donde los profesionales proyectan con autonomía su
personalidad. Tienen blogs propios, cuentas de Twitter y presencia en
redes sociales. Me parece positivo que contribuyan de ese modo a
enriquecer, dentro de una diversidad natural, la imagen de la
organización a la que pertenecen”.
Pero no es fácil. “En la mayoría de las empresas existe una obsesión
por que la marca corporativa suplante o anule la identidad de las
personas que realizan los proyectos. Yo pienso que reducir la
contribución personal al anonimato para gestionar la imagen corporativa
en régimen de exclusividad es una fuente de desmotivación que se cobra
un alto coste. Las personas que hicieron el trabajo merecen el crédito,
no solo por ser los generadores del conocimiento, sino también como
responsables de su calidad. La identidad de la empresa debería ser la
suma enriquecida de las identidades de sus personas y no un constructo
artificial que pretenda suplantarlas”.
Colaboración
Los hackers saben, además, que se llega más lejos en comunidad que en
soledad. “Hay muchos estudios que demuestran que la inteligencia grupal
proyecta todo su potencial si es capaz de gestionar la diversidad como
una oportunidad y no como una amenaza”, comenta Rey.
“Tenemos que aprender a mezclar disciplinas, culturas, mercados,
sectores y áreas de conocimiento si queremos resolver los grandes
problemas que tenemos por delante como sociedad. Los desafíos que
tenemos son tan complejos que difícilmente vamos a superarlos si no
abordamos la innovación como un reto colectivo. La clave está en crear
un sustrato bien abonado que facilite el trabajo en equipo y nos permita
explotar sinergias. Y en esto la diversidad es un factor clave”.
Para Rey, “en estos procesos grupales, más allá de conseguirse un
buen resultado final, hay unos intangibles que pueden ser incluso más
importantes, como el aprendizaje y la generación de un sentido de
comunidad. Al final, esto va de entender que se gana mucho más
compartiendo y colaborando que compitiendo. Y la idea de compartir,
además de ser una intención ética, puede ser también muy rentable”.
“Muchas empresas siguen aferradas a la paranoia de la protección y
los compartimentos estancos como mecanismo defensivo en un contexto
tecnológico que da suficientes muestras de abogar por lo contrario”,
continúa. “Además de ser imposible, no se dan cuenta de las
oportunidades que se pierden”.
Ni prisas ni pausas
Impera en esta moral el principio de No-deadlines attitude (una
actitud sin fechas límite). La ética hacker cree que la excelencia no es
hija de la presión ni las fechas de entrega. “Los famosos hitos y
entregables, que son el mantra de la gestión de proyectos, se sustituyen
por la consigna Take it easy and enjoy what you do (Tómalo con calma y
disfruta de lo que haces)”.
“Muchas personas pensarán, con razón, que resulta inviable para los
rigores de la empresa tal como la conocemos, pero hay posibilidades que
no estamos explorando”, considera Rey. “Yo lo veo como una metáfora o
imaginario que puede servirnos para encontrar nuevas formas de trabajar
que ayuden a disfrutar más del proceso, atenuar la dictadura de los
plazos y mitigar el estrés laboral para que se libere la creatividad que
acompaña al trabajo sin presión”.
“Ahí está el meollo del asunto” —dice el experto en innovación
humanista—. “Tendríamos que hablar de esa creencia tan extendida de que
somos más creativos cuando el reloj apremia. Es un mito falso, según
investigaciones realizadas por expertos en creatividad como Teresa
Amabile. Es posible que seamos más creativos bajo presión si comparamos
ese estado con el de no hacer nada, el del acomodamiento que puede
producir en algunos la falta de un reclamo inmediato. Pero la
creatividad desplegada en condiciones de sosiego y de reflexión pausada
es mucho más certera que la inducida por las urgencias”.
Rey considera que “esta conclusión es difícil de digerir para nuestro
temperamento latino que bendice las virtudes de la improvisación, pero,
salvo contadas excepciones, el estrés por los plazos atenta contra el
disfrute y focaliza excesivamente la atención en los objetivos. Es eso
lo que tendríamos que mejorar”.
Pero maticemos. La ausencia de una fecha límite nada tiene que ver
con la pereza ni la dilación. “La ética hacker sigue el principio de
release early, release often (lanza algo pronto, lanza algo a menudo).
Viene a decir que conviene liberar rápido los programas, en estado
imperfecto, para que la innovación se haga camino al andar.
Se liberan
prototipos imperfectos pero conceptualmente robustos. Se dejan cabos
sueltos y opciones indefinidas para que los usuarios las mejoren”.
Fuente: Ética Hacker
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