Un año viviendo con productos Open Source
El software libre y el código abierto han revolucionado el mundo de la tecnología. Un ejemplo: Red Hat estima que Google habría tenido que pagar 10.000 millones dólares
al año en licencias y pagos de patentes, si no fuera por las
alternativas abiertas que permitieron a la compañía crecer en sus
primeros años. Ciudades como Munich han logrado ahorrar millones de euros o dolares
cambiando su sistema operativo de Microsoft por otros como Debian y
Open Office. La lista sigue. Firefox, Linux, Apache son todas opciones
abiertas que ya forman parte del mainstream.
Los beneficios de lo abierto están más
que probados en el mundo tecnológico. ¿Qué pasaría si aplicásemos esta
filosofía al resto de cosas que necesitamos en nuestras vidas? Sam
Muirhead se preguntó esto cuando en agosto de este año se marcó un reto:
pasar un año consumiendo y viviendo casi exclusivamente de productos
abiertos y libres. Es decir, objetos y servicios que no están protegidos
por un copyright tradicional y que preferiblemente operan con una
licencia Creative Commons.
Cuando hablamos de libre, Muirhead se refiere a cosas que tienen un
beneficio para el bien común, con una licencia que permite modificar y
mejorarlos sin pagar un peaje, que funcionan con transparencia y que
consideran a otras personas y compañías que operan en su mismo campo
como colaboradores en vez de competidores.
Year of Open Source from Sam Muirhead on Vimeo.
¿Un ejemplo? La cerveza que él bebía frecuentemente antes de empezar
el proyecto proviene del Selva Negro de Alemania. La receta es secreta y
sus creadores no la comparten. No cumple con los fundamentos open
porque el ‘código fuente’ del producto está escondido. Tras unas semanas
de investigación Muirhead encontró algunas alternativas. En Nueva
Zelanda, unos cerveceros llamados los Yeasty Boys comercializan una
cerveza que llaman el ‘digital IPA’.
“La receta está disponible en abierto y la comparten bajo licencia creative commons. Permite a cualquiera comercializarla, pero a cambio piden que cites su procedencia”, cuenta Muirhead.
En Berlín también encontró una bebida fermentada que opera bajo principios abiertos. Mier es una cerveza mezclada con mate. Su etiqueta contiene un código QR que revela la receta completa utilizada para elaborarla.
Su etiquetado también contiene un distintivo que informa de que el
proceso de elaboración está compartido bajo licencia Creative Commons,
pero esta vez no comercial. Esto significa que cualquiera puede usar la
receta y mejorarla pero sin ánimo de lucro.
Aún incluso cuando un producto se comparte bajo licencia creative
commons, no siempre es tan fácil evadir el copyright tradicional.
Muirhead se encuentra que algunos de los ingredientes que necesita para
hacer la cerveza neozelandesa en casa requieren una licencia, en el caso
de querer vender ese producto.
Pero esto no es todo. Durante la entrevista con Muirhead levanta la mano y enseña su nueva adquisición. Se trata de Openmoko,
su nuevo smartphone que le acaba de llegar por correo. “De lo que he
podido saber, es el único smartphone ahora mismo que es completamente
abierto. Viene con algunos inconvenientes. La instalación es complicada y
para activar la cámara tengo que taladrar un agujero en la parte de
atrás del dispositivo”.
Openmoko, a diferencia de otros operadores, es completamente abierto
tanto en software como hardware. Todas las plataformas son compatibles,
incluso Windows y Mac. Para dar otro ejemplo más claro, lo que ocurrió
hace unas semanas, cuando Apple actualizó el sistema operativo y sus
usuarios se encontraron que ya no tenían Google Maps, no pasaría jamás
en un móvil como Openmoko. Aquí descargas lo que te da la gana. En
ningún momento esa decisión pasa por un filtro censor como puede ser con
el appstore de Apple.
Para las recetas de comida, el copyright no es un factor a tener en
cuenta para Muirhead. Cocinar, desde el principio de los tiempos, ha
tenido una filosofía abierta en el sentido de que gran parte de las
recetas se comparten y se pasan de una generación a otra. La gente los
coge y los modifica a su gusto, y todos contentos.
Donde es más complicado seguir fundamentos abiertos es en los
ingredientes mismos de productos comestibles. Empresas como DuPont y
Monsanto tienen patentes sobre semillas que se autodestruyen cada año
para que los campesinos estén obligados a comprar semillas nuevas. En
algunos casos llegan a denunciar a granjeros que se niegan a pagar la licencia.
Muirhead se propone evitar consumir cualquier tipo de producto que
provenga de semillas cerradas y patentadas. “En Alemania es bastante
fácil evitar este tipo de productos porque existe una legislación
importante que te informa de la procedencia de cada cosa que consumes”,
explica el realizador. “Intento evitar fruta y verdura producidas bajo
derechos protegidos, que no es complicado. El pan, por ejemplo, tiene
una historia de más de 10.000 años y no hay patentes sobre su producción
y elaboración porque no está permitido”.
Otra área que interesa explorar a Muirhead es la construcción de
casas y las tierras. Muirhead se da la vuelta y enseña una pequeña casa
de madera que ha hecho basándose en unos planos abiertos que ha
conseguido. “Cada vez hay más propuestas como esta, pero lo
verdaderamente interesante es el fenómeno de los solares y las tierras
con licencias abiertas. Existen espacios comunes propiedad del Estado,
pero no son realmente libres. Solo hay un ejemplo que conozco que lo
explora. Es un colectivo de arte danés llamado N55 que está instando a gente a donar trozos de tierra para que cualquiera llegue y haga lo que quiera con esos espacios,bajo la condición de no hacer un uso privativo del mismo.
Todas estas experiencia se van recopilando en una web creada para reflejar la iniciativa. Muirhead también escribe una columna bimensual en shareable, en la que comparte reflexiones sobre la evolución del proyecto.
¿Open qué?
A pesar de la seriedad con la que está documentando el proceso,
Muirhead se encuentra con que muchos medios de comunicación siguen
malinterpretando el significado de la filosofía abierta. Se nota que
el neozelandés ha recibido muchas peticiones de entrevistas. La primera
cosa que manda a los medios de comunicación cuando haces contactas con
él es un documento extenso en el que intenta dar un curso resumido de la
filosofía libre.
Tras pasar el filtro y haber asegurado que se trataría el tema con la
sensibilidad que se merece, Muirhead explica el porqué de esta
reticencia. “Hay una tendencia de los medios a etiquetar. A intentar
pensar que esto es algo hippy, socialista o comunista. Pero lo que es
interesante es que no es ni una cosa, ni otra. No es ni anti, ni
promercado. Transciende todas esas etiquetas. Es una forma de
organización y una forma de mejora del sistema actual”. Muirhead tiene
una obsesión casi académica por no meter la política en el experimento.
“Son los cimientos de una nueva revolución industrial. Lo mismo que
pasó en la primera, cuando la gente se dió cuenta de que, si compartían
procesos, el colectivo saldría beneficiado. Así ocurrió y así está
ocurriendo ahora”.
“Pero queda mucho por hacer. En la escena hacker y maker, lo abierto
se discute como una gloriosa e inevitable revolución global, pero fuera
de esa esfera sigue siendo un concepto desconocido. Ahí está el reto”.
Fuente: yorokobu
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